Capítulo uno: Él adoraba la ciudad de Nueva York. La idolatraba fuera de toda
proporción. No, digamos que la romantizaba fuera de toda proporción. Mejor. Para
él, sin importar qué estación era, ésta aún era una ciudad que existía en blanco
y negro, y que latía al son de las melodías de George Gershwin.
No, comenzaré
de nuevo.
Capítulo uno: Él era muy romántico respecto a Manhattan como lo era
con respecto a todo lo demás. Medraba en el ajetreo y bullicio de las multitudes
y el tráfico. Para él, Nueva York significaba mujeres bellas y hombres
experimentados quienes parecían conocer todos los ángulos.
No, no, banal. Muy
banal para mi gusto. Intentaré profundizar más.
Capítulo uno: Él adoraba la
ciudad de Nueva York. Para él, era una metáfora de la decadencia de la cultura
contemporánea. La misma falta de integridad individual que provocaba que tanta
gente tomara el camino fácil convertía rápidamente a la ciudad de sus sueños
en...
No, va a parecer un sermón. Aceptémoslo, quiero vender
libros.
Capítulo uno: Él adoraba la ciudad de Nueva York aunque para él, era
una metáfora de la decadencia de la cultura contemporánea. Cuán difícil era
existir en una sociedad insensibilizada por, música estridente, televisión,
delincuencia, basura.
Mucho enojo. No quiero sonar enojado.
Capítulo uno:
Él era rudo y romántico como la ciudad que amaba. Detrás de sus lentes de
armazón negro vivía el poder sexual de un felino.
Esto me encanta.
Nueva
York era su ciudad. Y siempre lo sería.
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